Marisa Soleto Directora de la Fundación Mujeres.
Artículo publicado en El Mundo
Nadie esperaba de Syriza y de Alexei Tsipras un gobierno paritario, compuesto por un número equilibrado de mujeres y hombres. Y esto a pesar que sus propuestas de acabar con la austeridad y la desigualdad, gozan de numerosos apoyos entre los movimientos feministas europeos.
La situación de la participación de las mujeres en la política griega es una de las razones. En el Parlamento griego las mujeres han sido en la última legislatura el 21% del total de la cámara. Tras las elecciones del domingo ha superado el 23%, pero salvo el Partido Comunista, que tiene 7 diputadas de un total de 15 escaños, ningún partido político se acerca ni remotamente a la horquilla de la paridad (40-60). En el caso de Syriza, las mujeres han pasado de ser el 35% en la anterior legislatura a no alcanzar el 29%, con 43 diputadas del total de 149 escaños conseguidos, aún así, con mejores cifras de participación en los resultados obtenidos que el PASOK con el 15,38%, 2 diputadas, o el lógico 11,76% de Amanecer Dorado, con otras 2 diputadas de sus 17 escaños.
En cuanto a la participación en el ejecutivo la situación no era mucho mejor, de hecho en el Gobierno de Samaras sólo había 1 mujer entre sus 41 miembros. Tsipras ha mejorado esta participación incorporando a 6 mujeres en los segundos niveles de responsabilidad, pero esto no evita la imagen de un ejecutivo masculinizado, en el que los 12 puestos principales son ocupados por el 100% de hombres, por ponerlo en clave de cuotas. No, nadie esperaba tampoco una oferta de gobierno que prescindiera completamente de las mujeres en la primera línea política.
Ayer las redes sociales se llenaron de críticas a esta elección. Críticas que seguramente han sido más significativas fuera que dentro de la propia Grecia, pero es que Tsipras es el depositario de las esperanzas de muchas ciudadanas y ciudadanos europeos que claman contra la desigualdad y la austeridad. El hecho de que quienes se ofertan como una alternativa a la política tradicional y una oportunidad para una nueva participación ciudadana en el gobierno, hayan decidido hacerlo sin incluir a mujeres en su fórmula, ha sido una decepción muy grande.
¿No hay en Grecia ni una sola mujer digna de estar en ese ejecutivo? La información sobre la situación social griega que los medios de comunicación nos han trasladado durante las semanas que ha durado la campaña electoral, componía una imagen bien distinta de las mujeres griegas.
Mujeres gritando contra la injusticia social. Mujeres trabajando voluntaria y solidariamente en las clínicas sociales, ocupándose de la gestión de la sanidad y de la educación de quienes ya no la tienen. Mujeres con una visión muy clara sobre las necesidades, los intereses y el bienestar de la población. Mujeres con propuestas políticas, con diagnósticos certeros, que al parecer no deben estar en el círculo de confianza del nuevo primer ministro.
Tsipras, ha decidido prescindir de todo eso en la conformación de su gobierno. Y, lo siento, pero creo que esta decisión ha afectado de forma definitiva a su credibilidad sobre su determinación de acabar con la desigualdad. Porque si los beneficios de la igualdad no se reparten equilibradamente entre toda la población no hay tal igualdad, y los tiempos en los que se podía ocultar a las mujeres tras las cifras y los intereses supuestamente generales, han pasado hace mucho tiempo.
No se lucha contra la desigualdad por partes. Quienes desde las posiciones de la izquierda clásica piensan que la lucha por la igualdad entre mujeres y hombres ha de condicionarse a la consecución de la igualdad de clase o de condición social, no han entendido ni aprendido nada sobre los males sociales que nos aquejan y nos mantienen en esta situación de crisis económica y, desde luego, no tienen las claves para sacarnos de ella.
Sin las mujeres no hay igualdad, no hay desarrollo, no hay bienestar. Sin la participación de las mujeres en los gobiernos no hay democracia. Puede que este planteamiento ya no resulte interesante desde el punto de vista de las estrategias electorales de los partidos políticos y puede que, por esta razón, las nuevas alternativas políticas que se están configurando en Europa, piensen que pueden prescindir de ellas. Puede incluso que encuentren en este posicionamiento una forma más de diferenciarse de lo que han llamado partidos tradicionales, que han tenido que asumir, aunque sea a regañadientes, que ya no pueden prescindir de la igualdad y de las mujeres en sus gobiernos. De hecho este es un efecto que también hemos visto en algunos de los resultados de las movilizaciones de la primavera árabe.
Valores y principios políticos como la paridad, la igualdad y los derechos de las mujeres, no son independientes de la justicia y el bienestar social. Europa y los estados que la componen deberían hacer bandera de ello. Una pena que Syriza y Tsipras no lo vean de esta manera. Una pena muy grande, que vuelve a romper las esperanzas de muchas ciudadanas griegas y europeas, que no sólo están sufriendo las peores repercusiones de la crisis económica sino que, además, vamos a tener que seguir a la espera de que alguno de los líderes y las organizaciones políticas, especialmente de quienes se llaman de izquierda, entienda que si las mujeres no están en la política, no hay desarrollo, no hay igualdad, no hay democracia.